Bruesa GBC, nuevo equipo ACB.
El Bruesa regresa a la ACB un año después del descenso, tras ganar al Tenerife (81-76) en la final de Cáceres. La rotación del banquillo resultó fundamental en la victoria.
ÁLVARO VICENTE / DIARIO VASCO
Efectivamente, esta Final Four era un sueño de locos. Una tortura para tres y una delicia para uno. Para el Bruesa. Resulta que usted que se ha acercado de refilón al baloncesto va a pensar que esto de pasar de la LEB a la ACB es fácil. Dos veces en tres temporadas. Inédito. Como todo lo que hace este club. En cualquier caso, paladee también el momento de gloria que le toca vivir porque ahora, junto al Bruesa, no se va a sentir okupaen un escenario idílico como la ACB.
Valió la pena vivirlo, sobre todo porque costó tanto y tanto conseguirlo. También por el estupendo rival y la dignidad demostrada. Y por la calidad exhibida, la entrega y la lucha incesante. El ascenso cobra más valor si cabe. Sólo esa férrea voluntad de acero puro, conjugada con la lírica de las grandes ocasiones, ha podido terminar elevando a los altares al Bruesa. Pablo Laso, su cuerpo técnico y sus jugadores tocan el cielo. Y Gipuzkoa vuelve a ser ACB. Gracias.
Ascenso. ¡Qué palabra tan hermosa, redonda, cargada de feliz contenido! TAU, Barcelona, Real Madrid, Joventut... así hasta diecisiete. Nunca unas campanadas sonarán tan atinadas, con sus gongs calibrados al extremo de parecer música celestial. Prepárense porque volvemos a la ACB. Y la idea es hacerlo para siempre. Se falló una vez. No lo harán en dos ocasiones.
La victoria de ayer se fraguó desde la vía del esfuerzo. Y del acierto. Y lo que quieran. También desde el banquillo. Cuántas sensaciones por describir. Es lo que ha tenido este Bruesa. Lo mismo enamora que... Hace un mes era difícil ponerse de acuerdo en qué hacer con el balón. Costaba ver a un alero levantarse en posición cómoda. En Cáceres ha sido capaz de reinventarse en cada posesión.
El Bruesa destrozó en la primera parte a su rival con una gama de recursos ofensivos envidiable e inteligente; tuvo momentos de debilidad en el segundo cuarto y, desde atrás, terminó por meter el manillar en el sprint final.
El Bruesa aprovechó su superioridad dentro y por fuera ofreció una buena circulación al balón que permitió tiros cómodos y superioridad en las inmediaciones del aro. Defendió bien a los exteriores del Tenerife y las ventajas no se hicieron de rogar (39-29, m.15). Para un equipo no especialmente sólido en el plano mental y que ha solido retroalimentarse de sus propios aciertos, nada mejor que un comienzo como el desplegado ayer.
El aperitivo dio paso a un sabroso menú, nutritivo, con toques de nueva cocina sin despreciar momentos de abundancia cercana a la gula. El Tenerife, sin embargo, trató de salirse de la fuente del horno cada vez. Y consiguió llegar entero al descanso. En buena lid por las variantes defensivas, algo extrañas, con las que fue acortando diferencias.
Y es que fue un partido extraño en el planteamiento del Bruesa en la primera parte. Por suerte volvió a tiempo. A lo que se esperaba. Porque el Tenerife es el equipo que más triples ha tirado en la temporada, el que puede llegar a lanzar más desde fuera que desde dentro, y ayer intercambió los papeles. El Bruesa se disfrazó de triplista y el Tenerife se fajó dentro. No le fue mal al Bruesa mientras Panko, López y Schraeder tuvieron el punto de mira ajustado, pero el jugar a la carta más alta es lo que tiene. Puedes ganar una mano de farol, pero no la partida. Mucho menos si enfrente tienes al bloque que más cómodo se siente en esas situaciones. Llega y tira.
Del despiste, a la estrategia. Baloncesto y ajedrez casan bien. El Bruesa funciona porque todo el que pisa el parqué responde. Andrade, Arco y Schraeder... Pero si se deja de echar leña a la caldera defensiva, pasa lo que pasa. Mala señal. Alguien debió recordarles que hasta el rabo todo es toro. Ni que decir ante un Tenerife que juega igual gane de diez o pierda de veinte.
Dificultades
Por eso, bastó la entrada en acción de Llompart para desajustar lo que nadie quería. Penetraciones, buenos balones a los suyos y cambios de ritmo a tiempo permitieron devolver la igualdad al marcador. De poco habían servido los buenos minutos de Brown o la precisión de Schraeder en los seis minutos que estuvo en pista.
La primera parte no despejó demasiadas dudas. O sí. El Bruesa tenía que ofrecer en ataque otras variantes distintas al triple y debía cambiar el rumbo peligroso al que se estaba dirigiendo el partido. Un intento de triple por minuto no lo había promediado nunca en liga. Pero también había quedado claro que Pablo Laso iba a ser consecuente con sus ideas. Ni en la final de la LEB, en el partido del ascenso, cambiaría su planteamiento. «Nos vemos en los últimos minutos del partido», debió pensar. Ahí es cuando una plantilla profunda vale para algo.
Y valió. Aunque no fue hasta el minuto 34 cuando puso toda la carne en el asador. Por el camino Francis Sánchez y Lewis habían hecho de las suyas. Hasta que Laso puso toda la carne en el asador. Sus titulares, a excepción de Hopkins por Andrade, uno de los nombres propios de la Final Four. Son tantos momentos. Todos importantes, pero si no llega a ser por Doblas... ¿Quién decía que no sabe jugar con faltas? Se puso con cuatro a falta de siete. Los balones, para él. Bruesa encontró el rumbo. Y ascendió al cielo. Ocupará una estrella del firmamento ACB.
Efectivamente, esta Final Four era un sueño de locos. Una tortura para tres y una delicia para uno. Para el Bruesa. Resulta que usted que se ha acercado de refilón al baloncesto va a pensar que esto de pasar de la LEB a la ACB es fácil. Dos veces en tres temporadas. Inédito. Como todo lo que hace este club. En cualquier caso, paladee también el momento de gloria que le toca vivir porque ahora, junto al Bruesa, no se va a sentir okupaen un escenario idílico como la ACB.
Valió la pena vivirlo, sobre todo porque costó tanto y tanto conseguirlo. También por el estupendo rival y la dignidad demostrada. Y por la calidad exhibida, la entrega y la lucha incesante. El ascenso cobra más valor si cabe. Sólo esa férrea voluntad de acero puro, conjugada con la lírica de las grandes ocasiones, ha podido terminar elevando a los altares al Bruesa. Pablo Laso, su cuerpo técnico y sus jugadores tocan el cielo. Y Gipuzkoa vuelve a ser ACB. Gracias.
Ascenso. ¡Qué palabra tan hermosa, redonda, cargada de feliz contenido! TAU, Barcelona, Real Madrid, Joventut... así hasta diecisiete. Nunca unas campanadas sonarán tan atinadas, con sus gongs calibrados al extremo de parecer música celestial. Prepárense porque volvemos a la ACB. Y la idea es hacerlo para siempre. Se falló una vez. No lo harán en dos ocasiones.
La victoria de ayer se fraguó desde la vía del esfuerzo. Y del acierto. Y lo que quieran. También desde el banquillo. Cuántas sensaciones por describir. Es lo que ha tenido este Bruesa. Lo mismo enamora que... Hace un mes era difícil ponerse de acuerdo en qué hacer con el balón. Costaba ver a un alero levantarse en posición cómoda. En Cáceres ha sido capaz de reinventarse en cada posesión.
El Bruesa destrozó en la primera parte a su rival con una gama de recursos ofensivos envidiable e inteligente; tuvo momentos de debilidad en el segundo cuarto y, desde atrás, terminó por meter el manillar en el sprint final.
El Bruesa aprovechó su superioridad dentro y por fuera ofreció una buena circulación al balón que permitió tiros cómodos y superioridad en las inmediaciones del aro. Defendió bien a los exteriores del Tenerife y las ventajas no se hicieron de rogar (39-29, m.15). Para un equipo no especialmente sólido en el plano mental y que ha solido retroalimentarse de sus propios aciertos, nada mejor que un comienzo como el desplegado ayer.
El aperitivo dio paso a un sabroso menú, nutritivo, con toques de nueva cocina sin despreciar momentos de abundancia cercana a la gula. El Tenerife, sin embargo, trató de salirse de la fuente del horno cada vez. Y consiguió llegar entero al descanso. En buena lid por las variantes defensivas, algo extrañas, con las que fue acortando diferencias.
Y es que fue un partido extraño en el planteamiento del Bruesa en la primera parte. Por suerte volvió a tiempo. A lo que se esperaba. Porque el Tenerife es el equipo que más triples ha tirado en la temporada, el que puede llegar a lanzar más desde fuera que desde dentro, y ayer intercambió los papeles. El Bruesa se disfrazó de triplista y el Tenerife se fajó dentro. No le fue mal al Bruesa mientras Panko, López y Schraeder tuvieron el punto de mira ajustado, pero el jugar a la carta más alta es lo que tiene. Puedes ganar una mano de farol, pero no la partida. Mucho menos si enfrente tienes al bloque que más cómodo se siente en esas situaciones. Llega y tira.
Del despiste, a la estrategia. Baloncesto y ajedrez casan bien. El Bruesa funciona porque todo el que pisa el parqué responde. Andrade, Arco y Schraeder... Pero si se deja de echar leña a la caldera defensiva, pasa lo que pasa. Mala señal. Alguien debió recordarles que hasta el rabo todo es toro. Ni que decir ante un Tenerife que juega igual gane de diez o pierda de veinte.
Dificultades
Por eso, bastó la entrada en acción de Llompart para desajustar lo que nadie quería. Penetraciones, buenos balones a los suyos y cambios de ritmo a tiempo permitieron devolver la igualdad al marcador. De poco habían servido los buenos minutos de Brown o la precisión de Schraeder en los seis minutos que estuvo en pista.
La primera parte no despejó demasiadas dudas. O sí. El Bruesa tenía que ofrecer en ataque otras variantes distintas al triple y debía cambiar el rumbo peligroso al que se estaba dirigiendo el partido. Un intento de triple por minuto no lo había promediado nunca en liga. Pero también había quedado claro que Pablo Laso iba a ser consecuente con sus ideas. Ni en la final de la LEB, en el partido del ascenso, cambiaría su planteamiento. «Nos vemos en los últimos minutos del partido», debió pensar. Ahí es cuando una plantilla profunda vale para algo.
Y valió. Aunque no fue hasta el minuto 34 cuando puso toda la carne en el asador. Por el camino Francis Sánchez y Lewis habían hecho de las suyas. Hasta que Laso puso toda la carne en el asador. Sus titulares, a excepción de Hopkins por Andrade, uno de los nombres propios de la Final Four. Son tantos momentos. Todos importantes, pero si no llega a ser por Doblas... ¿Quién decía que no sabe jugar con faltas? Se puso con cuatro a falta de siete. Los balones, para él. Bruesa encontró el rumbo. Y ascendió al cielo. Ocupará una estrella del firmamento ACB.
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